miércoles, 15 de junio de 2011

Ruido

A nivel mediático la imagen del director de Policía, Juan Martín Rodríguez Olvera, esposado por posible vinculación con el crimen organizado, es una fuerte arma de desmoralización a favor de la chingada, sujeto abstracto que está por llevarnos.
Precisamente ayer el comandante declaraba que no mencionaría los nombres de las pandillas peligrosas de Celaya para no crear íconos negativos, la cúspide de la ironía.
Posiblemente se trate del mes más violento en lo que va del año, precisamente, el llamado Mes de la Prevención, y durante la ceremonia clausura del mismo, cual maldición, cerró también una ola de crímenes con tres muertos y un mando casi preso, vigilancia militar y federal en varios puntos de la ciudad, y lo que no se sepa. Por que como dijo la directora del IMEC, María de Jesús Ramírez, generalmente el volumen de la copa del árbol es proporcional al volumen de las raíces. No creo en la teoría de la punta del iceberg, no en este punto en el que el cinismo del crimen es la muestra de la única transparencia genuina que gozamos los mexicanos. Por eso creo que lo que vemos es la mitad de lo que hay, ni más ni menos.
En este punto de la noria los medios informamos, con la objetividad que merece, lo que nos dicen los funcionarios, sabiendo que el receptor no lo creerá, pero debemos cumplir con decir lo que nos dicen, o seríamos tendenciosos.
Los receptores escuchan ya sólo la mitad de la información presentada, nociones, frases hechas, chistoretes, que salen de las bocas de gobernantes doctos y que no reflejan la realidad, sino que se trata de un discurso que toma elementos de la realidad, elementos de un escenario que popularmente sería ideal, otros elementos más de un escenario ideal impopular pero más viable, y se formulan en diez oraciones de bajo contenido calórico, y que seguramente, no resistirían el análisis de lógica básica que podría realizarles un estudiante de preparatoria. Esto, claro, poniendo cara de que comprenden la situación a la perfección, “of course”, y si se puede, mirando al reportero cuestionante como si estuviera haciendo la pregunta con menos lustre del mundo.
La cajetópolis está secuestrada por el hampa, la clase política, y la impotencia ciudadana para fiscalizar. La noche que no suenan las patrullas y las ambulancias despierto y me preocupo, los familiares en otros pueblos y ciudades, muchas veces lugares remotos, no dan esperanza de que cambie la cosa poniendo tierra de por medio, hay un vicio de mutis en el aire muy parecido a cuando se tapan los oídos en el trayecto de un viaje, y me imagino que esta noche hay mucha gente que no sabe si reírse o ponerle una película a los niños, cerrar las puertas y ventanas, y abrirle a las llaves del gas.
Ciudadanos conscientes, pocos en proporción, arman marchas que son organismos vivos inspiradores, pero sin dientes que le hagan mella al dragón; una masa se derrite en las calles, otra en internet.
Encuentro poco qué decir en favor del futuro, fuera de que debemos seguir adelante aunque sea por amor propio, la participación ciudadana es una respuesta que contesta muy pocas de las miles de preguntas que tiene el pueblo acerca de su propio estatus, y sin embargo al parecer es la única que tenemos.
La participación ciudadana es la respuesta que debemos usar ante todas nuestras dudas. No importa lo que nos preguntamos, sino las respuestas que asimilamos. Ante todo, actuar, actuar, actuar. Decía José María Luis Mora que una persona vale por lo que hace o por lo que escribe, y así es.
No hablo de denuncia ciudadana, de denuncia anónima, de comités de colonos, no del todo. Hablo del libre albedrío, al abandono del bienestar por la libertad ciudadana de actuación, si así es necesario.
La libertad ciudadana -y aquí viene el enfoque- de proceder, ante la inconformidad, no solamente con los recursos gubernamentales, sino con organizaciones civiles, si no existen crearlas, aunque sean dos o un miembro que sólo se conocen por internet y con un logotipo hecho en Paint, hacer ruido, señores, ruido, que el mundo sepa y dejar huella por que quién sabe cuándo nos toque.
Al parecer es nuestra única libertad por ahora, el ruido en la oscuridad total, y algo bueno le tenemos que sacar, aunque habrá que esperar a que la leche se corte un poco, unos meses, para saber a donde seguirle. Por cierto, ya mero es 2012.